Y allí se reconoce, y crece y lanza, y avanza y levanta espumas, y salta y confía, y hiende y late en las aguas vivas, y canta,... De este, pues, formidable de la tierra bostezo el melancólico vacío. Dejé por ti mis bosques... Dejé un temblor, dejé una sacudida. Dejé mi sombra... Dejé palomas tristes junto a un río. Dejé de oler el mar, dejé de verte. Daban miedo los collares de tanto que se estrecharon.